Infierno, 29 de diciembre de 2010.
PARA N.
Hola, ¿cómo te va? Probablemente esta sea la carta más fea, estúpida e incoherente que alguien te dedicó en tu vida. Y pensándolo bien, quizás no debas leerla. Sé que no tengo derecho de estar tipeando esto, ni siquiera sé si me voy a animar a mandártela, simplemente estoy escribiendo porque estoy aturdido y no tengo un diario.
Te quiero.
Sí. La cuestión es que te quiero y no sé si quiero decírtelo (¿te mandaré esto?). Un te quiero solitario, incoherente, sin sentido. Una oración aparte para un episodio aislado en mi vida. Uno que me desgarró. Uno que me sigue desgarrando.
Y debería decirte que te odio. Y que no te quiero volver a ver nunca más en mi vida.
Y es verdad. Te quiero, te odio, no te quiero volver a ver nunca más en mi vida pero ahora necesito abrazarte. No estás acá, no estoy acá, no estoy llorando. Pensar que se vienen las fiestas. Sobreviví la Navidad, Jesús nació en abril, pero igual pude festejarlo. A pesar que me echaron de casa. Por intentar vivir la vida que tu primo no pudo. No soy la reencarnación de tu primo, pero lo entiendo, después de todo quizás compartimos muchas cosas. Aunque las que más quise compartir no pude tenerlas.
Te quise y no me animé a decírtelo.
Se lo conté a Vale. Siempre se lo pude contar a otras personas, fácilmente, exponerme, pero con vos fui un idiota. Sé que no hubiéramos llegado a nada, ¿pero qué hubiera pasado si…? Pregunta estúpida. Te presenté a alguien. Ahora me importan los universos paralelos y ni siquiera terminé de leer las obras completas de Stephen Hawking. ¿En este Universo te presenté a alguien porque te quería, porque deseaba que fueras inaccesible, o porque no soportaba verte solo?
Quizás fueron las tres cosas. Y, sí; algunos problemitas tengo. Al menos no tengo ataques de pánico ni parálisis del sueño. (Risas)
Ahora que Maggie (la real, no el demonio del que me hablabas) me contó que quizá venías, quizás empiece con parálisis del sueño, ataques de pánico, y hasta mal de Parkinson. No creo. Fuiste importante pero tampoco tanto. Digo, no llegamos a nada. Yo no te dije nada. Vos no me dijiste nada. No sucedió. Puff. Vacío. Obtenebración nivel cincuenta en los sentimientos. Dieciséis niveles más y al menos me vuelvo placenteramente emo.
¿Estarás leyendo todavía? La coherencia se corta y por ahí no seguís el hilo y no sé si realmente quiero decirte algo. ¿Se puede abrir la boca y no poder decir al menos “nada”? Te lo debería escribir con letras azules y rojas. Lástima, no puedo, me rompiste el Aurín. Sos la muerte. Sos la noche.
No. Me corrijo. Una ex amiga devoró el Aurín, se cogió un mundo llamado Phantasia. Entonces su sexo hecho de agujeros negros comenzó a brillar mientras intentaba digerir un mundo que hasta entonces no era horrible. O las letritas azules, o las letritas rojas.
Arcoíris quebrado.
Tormenta de meteoritos.
Pies en la tierra.
Manaba veneno por cada uno de mis poros poéticos.
Así que bueno, acá estoy. Me desnudé. Me expuse. Soy un nivel uno y vos te volviste nivel noventa y nueve con miles de sentidos. Hacé lo que quieras con esta carta. Hacé lo que quieras conmigo.
Te odio, te amo, y la mayoría de los días (gracias a Dios) puedo olvidarte; pero en días como hoy algo se rompe y no puedo aguantarlo.
La herida se abre, el corazón se congela y la música es bellísima;
¿pero quién te arregla la cajita?
Contestame lo que quieras, mandame a la mierda o borralo. O que tus manos escriban una respuesta por sí mismas, y mándamela antes de haberla leído. Como lo hice yo.
RHO.-