08/01/2014

English: Battle of the Nudes; against a backdr...

Battle of the Nudes; c.1470-95 Engraving, on paper washed pink Inscription Content: Signed on a tablet hanging from a tree at the far l: ‘OPVS ANTONII POLLAIOLI FLORENTINI’ Height: 416 millimetres (trimmed along l and r edges and along bottom) Width: 594 millimetres (Photo credit: Wikipedia)

 

Yo danzaba desnudo sobre el hielo dorado en constante evolución.

Y llego como un caballo al templo del amor, preguntándome por qué en el ajedrez la casilla de la muerte siempre es rosa.

* * * * * * * *

A veces el tiempo es un consolador de lava.

* * * * * * * *

Sus ojos me bajaron la defensa y me pegaron con crítico, dejándome sin HP.
La cercanía de su cuerpo me llenó de auras.

* * * * * * * *

Yo iba disfrazado de muerte disfrazado de ángel disfrazado de prostituta disfrazada de santo erecto disfrazado de albañil bien dotado en mares de espumante erección hasta que llovieron sobre los cuerpos desnudos impermeables de esperma que llamamos preservativos. A los cuales lamimos hasta la muerte, que nos llevó con hadas, cantando.

* * * * * * * *

El actor porno me abrió sus nalgas como si fuera una boca.

Yo le cité a Sade por detrás a troche y moche toda la noche. Y le descerrajé todos sus orificios sin perdón.

Cuando hubo terminado el acto nos dimos cuenta que estábamos en público. Y se eso aconteció por la lluvia blanca con la que nos atacaron los varones del lugar.
Como Neo de Matrix esquivábamos los lechazos para que no nos dieran en el ojo.

Yo le ponía el pecho a las balas.
El actor porno abría la boca.

Quizás éramos los dos la misma persona.

* * * * * * * *

En el banco, cuarenta mil señoras me ultiman los oídos. Poco entiendo de su damnación, de su perpetuo modo de quejarse y de sufrir.
40.000 poetas me entregaron el culo a mí, que me tiro de cabeza y de culo a la fuente de la poesía.

Esta vez sin agua.

* * * * * * * *

Mis ojos calan calas.
Ya no sé si mis ojos florecen calando,
o calantes las flores cincelean mi mirar.

* * * * * * * *

La diamantina paja pone en cola de espera a las demás obligaciones. Me sumergieron en un mar de vergas y culos y no pudieron asquearme. Me masturbaba riéndome de las fantasías que nadie dijo.

Eclipsado, me reí amputándome las extremidades fálicas que se volatilizaban en agudos hippies.

La nada tomó sentido.

* * * * * * * *

Mi papagayo quedó paralelepípedo cuando mi sexo fue penetrado violentamente por la Verdad Absoluta.

Mi cerebro eyaculaba personas a cuadritos mientras mi pene quedaba calante.

rho.

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Arma de Penetración Masiva

 

Teníamos sexo en el aula mientras el profesor daba clases. Ahí estábamos los dos, dale que dale, y el profesor hacía un despeje en un desarrollo matemático, mientras nuestros compañeros nos retrataban y nos sacaban fotos con los celulares. Era en la clase de números complejos. ¿O fue en la de Física, donde todos estudiamos el rozamiento?

Todos los cuerpos cuando se calientan se dilatan, dijo el profe, y se dirigió erecto a mi ano para meterme dos dedos.

Sentí sus manos peludas, la rugosidad de su piel, su entrepierna abultada, sus grandísimos dedos. Pensé que eran cuatro o cinco dedos, pero luego los conté cuando los sacaba y los metía. Eran dos.

Mis compañeros también metían y contaban, entre ellos.

Y yo fui del Profe, tres, cuatro, cinco veces.

 

FIN.

Imagen: via George Quantaince

Sexo con poderes mágicos

Sylvanas (Castle Age Hero) by Genzoman

 

Se perseguían desnudos por todo el departamento a la velocidad de la luz. Era muy difícil atraparla, apoyarla, penetrarla y cuando él lo lograba, ella se conviertía en murciélagos con ojos rojos que le chupaban la sangre.

Él se cansaba, se tiraba un par de auras y pronunciaba varios encantamientos para la celeridad, fuerza, destreza y excitación. No se sabía si quería hacerle el amor o matarla. Y dejarla ahí, desmembrada y desangrándose en la cama.

¡Pero ella revivía, siempre! Se levantaban sus cenizas en el aire, y entre su carcajada y el coro de ángeles (dominados por ella) uno podía confundirse. Entonces él la atacaba nuevamente con fuego, aire, agua, tierra, ¡vergas! Flotando en el aire, invocó mil espadas mientras gritaba: ¡Muere!

 

Ahora ella revivía por tercera o cuarta vez, y estaba desnuda, sólo usando un collar de esmeraldas. Entre sus tetas, su talismán hervía de magia. Del aire generó un báculo de oro, hielo y polvo de diamantes. ¡Y lo atacó con una tormenta de rayos!

Lo mató, lo revivió, lo continuó matando. (En la cama, siempre)

¡Hasta que se sentó sobre él y le hizo la más poderosa de las magias!

 

Y cuando ella hubo acabado, no lo revivió. Sólo lo colgó en el cielo, honrando el poderoso orgasmo.

Luego, salió caminando desnuda a la calle para buscar a otro. Ella era perfeccionista: siempre buscaba otro para terminar el dibujo de alguna constelación.

 

(C) RICARDO H. ORTIZ

Relato Erótico #WTF

 

 

Su cuerpo se ondulaba mejor que el de una odalisca; parecía que en cualquier momento se incendiaría y comenzaría a flotar. Debajo de su cuerpo manarían ríos de miel y leche.

Alguien horadaba, cincelaba, cocía y talaba en su interior.
Los cuerpos sudados eran bañados por la luz. Parecían dos ángeles.

En eso se dio vuelta y enunció las palabras mágicas. «¡Tómame por detrás!». Como era de esperar, aconteció el Apocalipsis.

A causa de los gemidos, la vibración ya estaba rompiendo la cama, el techo y las paredes. ¡Era el punto máximo! ¡Estaban a punto nieve, a punto caramelo!

 

Y en eso, entró la mujer. Vio a su marido haciéndole el amor a su mejor amigo. Ya lo había soñado a esto. Como buena bruja, se lo esperaba.

 

Aún así, los insultó, les pegó. Los cacheteó.

 

En vez de huir llorando, se desnudó y se metió a la cama.

 

FIN.

(CC) El Sonido de los Colores del Tiempo

DELIRIOS HOMOERÓTICOS

Esto que les voy a contar sucedió en un mundo paralelo, donde no habían explotado nunca los cuatro reactores nucleares de Japón, sin la fatal consecuencia de extinguir en los tres días siguientes toda la vida sobre el planeta Tierra.

En este mundo, misteriosamente, un día relampagueó y comenzaron a llover rayos sobre todos los artefactos eléctricos y electrónicos. Las descargas fueron tan fuertes que volatilizaron computadoras y transformadores. Ya no existían celulares, por lo tanto la Humanidad había retrocedido hacia antes del consumismo, y esto había sido una excelente oportunidad para su evolución.

Yo no sabía si vivía en Córdoba o cerca de la cárcel, pero sabía que vivía cerca de la ex casa de un buen amigo. Vivía en una casa antigua, y a pesar que nunca había entrado yo sabía que era una casa grande y antigua. En frente había una plaza, mi plaza de la infancia. Yo la contemplaba como si fuera un sagrado jardín.

Llamé a Juan Carlos de Iemanjá con la mente, ya que no existían celulares. Luego salí a buscar seis velas para un trabajo de umbanda. Juan Carlos me había mandado a una santería que quedaba en La Loma del Queso; lo supe porque antes de llegar ahí me dije: “Mira, Ricardo, esa de allí parece La Loma del Queso”. Era el cielo de los pericotes.

No obstante, un segundo antes de entrar a la santería, cuando llegué a la puerta pestañeé y estaba en mi casa. Estaba meditando. ¡Había salido en cuerpo y alma! En eso me llamó a la cabeza la voz de alguien, por suerte no había abierto los ojos. Era Vale preguntando si podía ir a visitarme, pero él ya estaba afuera de casa. Él me vio salir a recibirlo, aunque nunca había estado dentro de mi casa. En realidad estaba esperándolo mientras meditaba mirando un rosal en mi jardín.

No entendía por qué había ido a visitarme en mi Citröen de la infancia. ¡Si era mío! ¿Qué hacía Valerico en él? Vale estaba sentado en el lado del acompañante, como si el auto se hubiera manejado solo hasta mi puerta, desde mis años dorados. Hablamos en su auto. Que era el mío.

Él me contó que era el cumpleaños de Alfredo, y de sólo pensarlo llegamos a la fiesta, antes que el mundo se cayera a pedazos.

 

 

No recuerdo nada del cumpleaños de Alfredo, excepto de lo que sucedió al irme. Cuando me fui, comenzó a llegar más y más gente. Eran miles. Yo a todos los saludaba con un beso. Alfredo jamás había tenido amigas ni novias, ¿por qué estaba saludando a tantas mujeres? Seguían cayendo. Y yo saludaba a todos, mujeres y hombres, con un dulcísimo beso. Cuando me despedía, sentía que ellos eran flores y yo un colibrí. Me di vuelta en torno a la puerta y en ese segundo habían llegado unas cincuenta personas. Saludé a todos con un gesto de mano, y huí porque ya se me habían gastado los labios.

Cuando atravesé la puerta, todo estaba diferente. ¿De dónde había aparecido esa escalera de piedra? Entonces saqué mi karting. Estaba en el auto, que estaba estacionado, así que sacar mi karting se sintió como si lo estuviera sacando de mi mochila. Y no tenía mochila, claro.

Me iba en el auto y en el karting, de a ratos, en ese terreno dificultoso. La escalera crecía más y más, ya era una montaña, y yo huía por temor a que allí fuera el próximo fin del mundo. Al salir de allí me di cuenta que quizás ya era tarde. Las personas colgaban de la escalera, y debajo de ella se encontraba un gran abismo. Era como si la vacuidad se hubiese hecho presente.

En el último peldaño de la escalera había un cubo de muchísimos colores. Era precioso y de sólo mirarlo me sentía Gollum. Sabía que tenía que conseguirlo.
Así que comencé a escalar la escalera. Los peldaños ya eran altos como una persona, y seguían creciendo. La gente que estaba en la fiesta huía gritando, pero para algunos ya era el fin. Sólo habíamos quedado en la escalera Alfredo y yo. En cuestión de segundos, la escalera se había hecho más alta que el Everest. Yo me quedé bloqueado y no podía subir, así que le pedí ayuda a Alfredo. Demoró mucho en venir, y yo tenía miedo de caerme al abismo. Pero como pude, aguanté. Se ubicó justo debajo de mí, entre las piernas. Yo le decía “Ayúdame a subir, empújame del trasero”; pero él tenía mucha vergüenza. Ambos sabíamos que era cuestión de tocarme o morir. Miré hacia abajo y me aterrorizó el abismo.

–Dale, más fuerte, empuja más fuerte –le grité. Y en ese momento me llamó la atención un grito y me giré. Al voltearme vi el mundo convertido en 2D. Vi una lluvia de personas hechas de píxeles. Caían de lo más alto de la montaña. Todas se llamaban Laura. ¿Eran esas mujeres que estaban solas en la fiesta? Sabíamos su nombre porque estaban subtitulados (en ocho bits) debajo del cuerpo. Caían como se cae en los videojuegos, gritando desesperadamente y en cámara lenta. Los cuerpos colisionaban entre ellos o se despixelizaban. Aparecían ítems –salvavidas, parapentes y paraguas–, pero las Lauras al chocar contra ellos los desmaterializaban.

Nosotros vimos morir así a dos Lauras. Reíamos a carcajadas gritando “Las Lauras se fueron. Las Lauras no están. Las Lauras se caen de mi vida”.
Seguimos con vida porque sólo morían las mujeres. Así que seguimos escalando. La montaña escalera de piedra había crecido tanto que era de lo más inestable. Era como jugar al Yenga. Si tocábamos la piedra incorrecta tirábamos al abismo a un sinfín de Lauras. Siempre llegábamos a pocos metros del cubo preciado, pero nunca podíamos avanzar más que eso.

Entonces teníamos que bajar y subir la montaña para resetear la configuración, salvando y matando de nuevo a todas las personas que habían caído.

 

Este ciclo se repitió muchas veces. De tanto escalar, rasparnos y pegarnos, mi amigo y yo ya escalábamos desnudos.

 

Cuando decidimos copular por siempre, mientras las demás personas caían, el cubo solo flotó hasta mí. ¡Y en todas mis reencarnaciones yo abrí los ojos!

 

FIN.


(C) RICARDO H. ORTIZ
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C x P!!! (CABALLO POR PEÓN, JUGADA EXCELENTE)

Yo estaba en un país muy raro. Había ido a un teatro, pero allí acostumbraban a que los actores se sentaran en los asientos y los espectadores miraban desde el palco. Era muy molesto acostumbrarse a las luces y poder ver hacia los asientos, y tampoco se podía diferenciar quiénes eran los actores porque los mezclaban también con personas normales.
En este país había muchas reinas. En el teatro pude ver tres o cuatro reinas, pero sólo una de ellas era la verdadera y era a quien iba dedicada la obra. So pena de muerte, nadie podía hacer lo que la reina prohibía, pero jamás lo daba a conocer, entonces conservar la vida era una cosa de suerte.

Una dama llevaba una flor blanca apoyada sobre pétalos rojos, que llevaba con sus dos manos, con las palmas hacia arriba. Ni siquiera ella sabía quién la había puesto así en el tablero, pero estaba vestida de reina. Cuando se cansó del arreglo tiró la flor al piso diciendo: “Me parece ridículo esto”.

Entonces la llevaron para darle muerte, ya que algo de lo que había hecho estaba prohibido.

Nadie sabía qué día era, pero sabíamos que esto aconteció después de jugar al cricket. Nadie había estado en el juego de cricket, pero era lo único que sabíamos. Entonces desde el palco, y algunos desde los asientos, tratábamos de develar quién era la Verdadera Reina. Se escuchó una risa en el aire, miramos rápidamente por todo el teatro, pero este debía ser uno de sus tantos poderes. Ella podía reír mentalmente, usando su telepatía.

Dejaron caer el telón negro y empezó la función. Entraron criadas con arreglos florales que llenaron con pétalos las palmas de las reinas. No podían desobedecer una sola sentencia, por lo cual pusieron las palmas hacia arriba y recordando el infortunio de la mujer anterior, sólo pudieron sudar de los
nervios y comenzar a palidecer. Se sentían cerca de la muerte.

Dos de estas damas del lenguaje fueron ordenadas intercambiar sus flores. De sólo decirlo, los arreglos florales flotaron en el aire, aterrizando en las palmas ajenas. Esto sucedía con un efecto mágico de lucecitas plateadas. Eran partículas de magia. Yo quería capturar una de ellas y hacerle los debidos análisis.

 

 

Me aburrí. Yo había ido con un novio, o con un amigo, al teatro. Tuvimos que montar una escena para poder salir por la puerta de los actores, aunque nadie nos mirara. Algunas leyes de este mundo no habían sido cambiadas, así que tuvimos que improvisar una pequeña obra.

Fue incómodo salir, porque como éramos caballeros tuvimos que irnos dando pequeños saltos en forma de “L”.

Llegamos al Bosque del Amor. Con otras ropas. Me sentía en una película de bajo presupuesto. Vi un pene fluorescente flotando en el aire. Pertenecía a una extraña raza que la Reina había llamado “los sexos des-sexuados”, porque eran vergas que no podían tener un pene en su entrepierna.
Hubieran sido fractales en vez de sexos, entonces había prohibido que los sexos pudieran tener sexos. Aunque había dicho “los sexos des-sexuados pueden tener sexo”, y todo ya me resultaba ambiguo.

Yo sabía que éste era un sexo des-sexuado porque además de flotar en el aire con una tonalidad fluorescente, aparecía y desaparecía, como una estrella, cada vez que decía: “Soy un pene”. Para existir en este irónico mundo, tenía que repetirlo constantemente. Era eso o la muerte. Nuestro amigo Pene Fluorescente se fue al campo de los sexos des-sexuados, que era donde los castrados plantaban sus penes bajo la luz de la luna llena. ¡Era hermoso este cultivo de penes! Un millón de estrellas brillando en la oscuridad, y cuando uno se acercaba… ¡eran vergas erectas!

Me di vuelta para hablar con mi amigo. Se había convertido en otro, aunque conservaba todas sus memorias. Lo supe porque como era mi sueño, pude leerle la mente. Además de su cuerpo, había una segunda diferencia: sólo podía caminar de a un paso por vez porque era la versión “Peón”, de mi
amigo. ¡Yo quería mi caballo!

Debía pedir con poderes sexuales el poder para volverlo al estado anterior, coronándolo a caballo.

Se crearon sobre el río puentes de agua. Las aguas del río se volvieron estancas y se llenó de flores de loto. Recordamos a Samantabhadra y luego en el aire se formó un signo transparente que yo leí como “Muladhara”. Abrí mi bragueta y sacando mi sexo afuera, vi que teníamos un tatuaje de luz que brillaba como una poderosa runa.

Supimos entonces que teníamos que desnudarnos. Le pedí a mi amigo que me mostrara su pene. Los pusimos uno al lado de otro, y los glifos de luz comenzaron a brillar.

Nuestras erecciones fueron poderosísimas. Largaron toda clase de magias y hasta la tierra tembló.

Y ni les cuento todo lo que sucedió después.

 

 

Luego del sexo, nos penetramos tantas veces, que adquirimos ilimitados poderes y eso inconscientemente nos transformó en Reinas Verdaderas.

FIN.

(C) RICARDO H. ORTIZ
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EL GRINGO

 

Unos planetas y algunos trapos le cultivaban adentro muchas estrellitas. Ya una voz larga y gruesa le había dejado su marca roja y adentro ya se le estaban gesteando prepucios y vocales.

El tenor siguió cantando, embarazado de gris, de rojo; él daría a luz La Muerte. Y ese Gringo, vivaz y procaz, adjuntábasele a su temor como un archivo de éxtasis. Él quería medicarlo, curarlo, ofrecerle un masaje holístico y una mamada vigorosa, incierta.

 

Fluídos alucinantes se transformaban cortésmente en una imperturbable crueldad.

-Ay, Señor Gringo, no. ¡Despacio! ¡Espere!

Pero su voz le entraba mágicamente como un dardo, como un ágata roja que le desgarraba todo, adentro.

Pensar que sólo le estaba cantando al oído.

Estaban completamente vestidos y disolviéndose en bestiales placeres.

Los amantes sonoros se turnaron, vuelta y vuelta, cada tanto uno le cantaba al oído y el otro gozaba. Demoraron una semana en desvestirse. Entonces se abrazaron y durmieron desnudos. Para siempre.

 

FIN.


(C) RICARDO H. ORTIZ

 


Súperluna

La espalda musculosa
relampaguea un sudor en mi pecho escrito
volcán versátil eclipsando
el vaivén de su cuerpo
en mi mente

mis huracanes zumban
sábanas con estrellas de fulgor-venganza

una planta de manos nace
y yo toco el tambor
sobre tu tumba
tu tumba

tu tumba late
bajo el tambor tu tumba.

 

(C) RICARDO H. ORTIZ


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LA CARTA Y EL FÓSFORO

 

Tres piernas de sillas herradas
construyen el plato papel de furiosas formas
que penetran girando a los gatos
desde el hermoso amanecer de sombras luminosas
que de tanto brillar enceguecen

tres piernas de flores de libros
leyendo en mis manos las líneas de muerte
de incontables días de ases irisados
que gritas o abrazas o ríes o lloras

o matas
con golpeteo firme y precioso
flotando en la noche hechizando mi cama
con un sortilegio de cementerios vacíos
que se suicidan en el fracaso
de un imposible beso.

 

(C) RICARDO H. ORTIZ



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NOCHE

El sexo ardiente le vibraba
liberándole
espíritu ferviente en solemnidad fatal
robando besos
y acumulando rojos
en el sutil incienso de su amor

y vendrán halcones
caballos
escorpiones

un vibrar constante de astros en mis versos
nubosidad cansada
e interior

la belleza venía cabalgando
con cabellera rubia
y ojos azules

brujas exóticas de deseosas muertes
venciendo y gimiendo
desde el fracaso
de una demencia total

y yo pedía piedad
pero tres ángeles se mataban.

 

(C) RICARDO H. ORTIZ


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